sábado, 7 de junio de 2014

¿Para qué sirve un periodista?

A propósito del 7 de junio, Día del Periodista en Argentina


¿Por qué nadie se pregunta por el sentido de la existencia del periodismo? Simplemente la gente lee los diarios y escucha los noticieros y siente que se está informando, que hay alguien en algún lugar que se encarga por ellos de saber qué pasa y contarlo. Pero vivimos en una sociedad donde una clase minoritaria tiene todo en su poder y donde una enorme mayoría no tiene más que la posibilidad de ser explotado a cambio de su subsistencia. Es en esa sociedad, dividida en clases, con explotadores y con explotados, donde algunos ocupan ese lugar privilegiado de “saber qué pasa y contarlo”. Son los supuestos personajes neutrales que, cuales dioses del Olimpo, ven todo lo que pasa en la tierra, lo analizan y después dictan sentencia sobre lo bueno y lo malo. Vivimos en un mundo en el que la palabra del periodista suele valer más que la de un albañil, la de una enfermera o la un empleado de comercio. Y hasta el mismo periodista se lo cree y asume el rol, encabezando hasta la más vil mentira si es necesario para que la gente sepa “lo que hay que saber”.


“Es deber de la prensa abogar por los oprimidos que se encuentran a su alrededor. Su primer deber es socavar todas las bases del estado político existente, de la vieja burocracia, del viejo ejército, de la vieja justicia” (Karl Marx)


¿Debe existir el periodismo?


La pregunta es válida, toda vez que el periodismo nos demuestra día a día que se puede ser poderoso vendiendo la palabra al mejor postor. Si toda la tarea periodística se va a basar en recibir las órdenes, decorarlas y producirlas para entregarlas acríticamente todos los días a la misma hora y por el mismo canal, es legítimo pensar si realmente sirve para algo sostener al periodismo y sus periodistas, comprarles sus diarios, sintonizar sus emisiones y consumir sus supuestas verdades. Porque, en última instancia, si no nos van a decir la verdad, ¿para qué les tenemos tanto respeto?


“Bajo el capitalismo, un periódico es una empresa capitalista, un medio de enriquecimiento, un medio de información y entretenimiento para los ricos, y un instrumento para engañar y embaucar a las masas trabajadoras. Nosotros hemos destruido ese instrumento de enriquecimiento y engaño. Hemos empezado a convertir a los periódicos en un instrumento para educar a las masas y para enseñarles a vivir y construir su economía sin terratenientes y sin capitalistas” (Vladimir I. Lenin)



¿Y entonces por qué somos periodistas?

Porque vemos esa sociedad divida en clases, y no nos gusta. Porque somos parte de esa parte de la sociedad que, en la división, se llevó la peor parte. Porque de a poco fuimos entendiendo que entre lo que se hace y lo que se dice hay una relación dialéctica. Porque nos mintieron muchas veces. Porque nos acallaron. Porque cuando gritamos nos dieron con el fierro en la cabeza. Y porque sabemos que si todos supiéramos la verdad estaríamos en muchas mejores condiciones para pelear por recuperar todo lo que nos pertenece. Porque nos permitimos imaginar un mundo radicalmente opuesto a esta miseria. Y por eso luchamos.


“la verdad es revolucionaria y porque uno es revolucionario es que se busca la verdad, y que se encuentra en ella un fragmento que permite atrapar la punta del ovillo, tirar de él y avanzar en la comprensión de este mundo en marcha que es necesario transformar” (Pierre Broue)


Y así, medio volando y medio bailando, nos convertimos en responsables de contar. Porque vemos la verdad delante de nuestros ojos (que no son tan distintos a los del albañil, a los de la enfermera, a los del empleado de comercio) y ellos no la terminan de ver. Porque fueron bombardeados durante tanto tiempo con la lacra mentirosa y maloliente que hoy les cuesta creer que es posible otra historia. Una historia propia, donde ellos sean protagonistas y donde el explotador, y el represor, y el capitalista, sean confinados al más merecido bajofondo.

Eso sí, la verdad, que es revolucionaria, tiene que ser bien contada, con las mejores palabras, con las más bellas expresiones, con lujos de detalles. No podemos caer presa de acostumbramientos. Por una sencilla razón: la explotación no va terminar porque digamos las cosas más bonitas, pero a los explotados sí les interesa luchar por algo que valga la pena, algo bien distinto a la gris monotonía de los gerentes y los gendarmes marcando el paso.


“… la gente al escribir olvida, casi siempre, ahondar en sí misma y percibir la importancia y la verdad de lo que están escribiendo. Creo que cada vez, cada día, en cada artículo hay que sentir y revivir la causa, entonces surgirán con facilidad palabras frescas, palabras salidas del corazón y que alcanzarían al corazón para la vieja causa. Pero uno se acostumbra a la verdad  y recita las cosas más grandes y más profundas como un padrenuestro. Me propongo  no olvidar jamás que cuando escriba  debo entusiasmarme y abandonarme en lo escrito…” (Rosa Luxemburgo)


¿Qué periodistas para qué periodismo?


Atentos, para que no nos pase de largo la verdad. Curiosos, para que cuando la encontremos le saquemos hasta la última gota de sentidos. Fuertes, por si hay que correrla. Desconfiados, por si se entrega sin resistencia. Abiertos, para enamorarnos de ella si es preciso. Locos, para animarnos a contar hasta aquello que nos lastima.
Hace falta ese periodismo. Un periodismo que no piense en sí mismo sino en las mayorías. Un periodismo que no se crea imprescindible. Un periodismo que se nutra del sufrimiento y las penurias de las masas. Un periodismo convencido de dar la batalla por dar vuelta la historia, aportando lo que sabe. Que cuente lo mejor posible, cada vez a más personas, la verdad que va construyendo el pueblo trabajador en su lucha cotidiana por dejar de, solamente, subsistir.
Un periodismo asociado estratégicamente a las mayorías acalladas. Un periodismo que, en la inevitable hora de elegir y tomar partido, lo haga por los trabajadores y los sectores populares.

El periodista deberá ser un trabajador de prensa, ocupando un lugar tan privilegiado como peligroso y violento. Un trabajador, como el albañil, como la enfermera, como el empleado de comercio. Si no lo es, aunque sea un maestro de la palabra, estará confinado a la triste tarea (muy bien remunerada) de defender al sistema de opresión y explotación que lo ha empleado.

Entonces, feliz día a todas y todos quienes trabajan por ello...






* Se agradece a Nicolás Vigarelli por el aporte de la cita de Rosa Luxemburgo.

martes, 3 de junio de 2014

¿Que qué es la "burocracia sindical"?


(Un gran y gordo ejemplo)


El conflicto en la multinacional española Gestamp, ubicada en Escobar, se convirtió en un verdadero laboratorio de la lucha de clases contemporánea en Argentina. Y un elemento central del conflicto es, ni más ni menos, la relación entre los trabajadores y sus conducciones sindicales frente a la crisis que está llevando a muchas patronales a cortar por lo más delgado, suspendiendo, rebajando salarios y hasta despidiendo obreros y empleados tanto de la industria como de los servicios.

Es entonces cuando vuelve a hablarse en los diarios, en las radios y en los canales de televisión, de la "burocracia sindical", esa vieja y conocida aliada de los explotadores. Ese legado que Perón le dejó a la clase trabajadora y del que todavía falta bastante para liberarnos.

El ejemplo del SMATA y los despedidos de Gestamp habla por sí solo. Y todavía hay algunos que preguntan qué es la "burocracia sindical".


Todos peronistas - Antonio Caló, Daniel Scioli,
Ricardo Pignanelli, Martín Insaurralde y Julián Domínguez

Para el ferviente kirchnerista Ricardo Pignanelli (discípulo del colaborador del genocidio José Rodríguez) los trabajadores que aceptan las "propuestas" (léase extorsiones) de las multinacionales multimillonarias, rebajándoles el salario a cambio de "no ser despedidos", son dignos laburantes peronistas.
Por el contrario, los obreros que no aceptan esa extorsión y pelean por mantener sus puestos de trabajo sin que se les sigan cayendo a pique sus sueldos ni sigan siendo degradadas sus condiciones de trabajo, son para Pignanelli "vagos y ladrones".

El dirigente del SMATA, que en su perra vida tocó un tornillo ni se ensució un mameluco, tiene un asco notable al ver que cada día son más los que no se comen el discurso propatronal y empiezan a luchar de forma decidida contra quienes pretenden hacerles pagar la crisis que crearon los mismos capitalistas. Cuando los obreros luchan contra las multinacionales y los gobiernos que están a su servicio (como el de Cristina Fernández y el de Daniel Scioli) no tardan en comprender que en el bando contrario también están las conducciones sindicales peronistas que hacen el papel de "policía interna" de la clase trabajadora (sobre esta acertada definición ver acá).

Eso es "la burocracia sindical". Es el propio canalla derechista Pignanelli el que la define con su odio visceral hacia los delegados de base y los trabajadores que luchan (a los que encima les saca parte de su sueldo para el sindicato sin siquiera hacer lo mínimo para defenderlos). Odio que se extiende hacia las organizaciones de izquierda y los organismos de derechos humanos que tienen principios y se solidarizan incondicionalmente con las víctimas de la brutalidad empresaria.

Muchos de esos canallas, casi 40 años después de las desapariciones forzadas de 30.000 compañeras y compañeros, hoy se sientan en la misma mesa, comen asados y levantan sus copas con quienes reivindican la figura, nada menos, que de Rodolfo Walsh y otros caídos en el genocidio. Sí, de Walsh, el mismo que le atribuyó sin ambigüedades a la burocracia sindical (entonces personificada en el vandorismo) "la organización gangsteril; el macartismo (“Son trotskistas”); el oportunismo literal que permite eliminar del propio bando al caudillo en ascenso; la negociación de la impunidad en cada uno de los niveles del régimen; el silencio del grupo sólo quebrado por conflictos de intereses; el aprovechamiento del episodio para aplastar a la fracción sindical adversa; y sobre todo la identidad del grupo atacado, compuesto por auténticos militantes de base"*...

De esa burocracia sindical se vale Cristina Fernández para intentar mantener a raya a los trabajadores. Siempre en beneficio de las patronales y sus gerentes.

A esa burocracia sindical le decimos que se va a acabar. Se va a acabar.


* Walsh, Rodolfo; "¿Quién mató a Rosendo?"; Editorial Tiempo Contemporáneo; Buenos Aires; 1969.